Recuperando las historias perdidas del arte saqueado por los nazis
Las grandes obras de arte suelen estar tan presentes en nuestra vida cotidiana que es fácil olvidar lo frágiles que son los originales. Todas estas imágenes que pueblan nuestra conciencia colectiva comenzaron como un solo lienzo destructible. Pero la mayoría de los museos no destacan la vida que estas obras han tenido como objetos físicos, a menudo porque esas historias están envueltas en colonialismo y robo.

En la nueva exposición del museo judío «Afterlives: Recuperando las historias perdidas del arte saqueado», que se inauguró el mes pasado en Nueva York, este aspecto pasado por alto de la historia de una pintura se convirtió en el centro de atención. «A menudo es difícil entender la biografía de una obra de arte simplemente con mirarla, y aún más difícil descubrir las vidas y experiencias de las personas que están detrás de ella», se lee en el texto de la primera pared que encuentran los visitantes. La galería está organizada en torno a cómo llegaron al museo las obras de arte que se presentan, incluidas obras de Chagall, Pissarro (ambos judíos), Matisse, Picasso, Bonnard, Klee y más. Además, todas las piezas expuestas tienen una cualidad en común: fueron directamente afectadas o inspiradas por el saqueo y la destrucción de los nazis.

«El vasto y sistemático saqueo de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial, y el eventual rescate y regreso de muchas, conforman historias dramáticas», asegura un texto del museo. Y continúa: «Obras de arte que resistieron la inmensa tragedia de la guerra sobrevivieron contra adversidades extraordinarias. Y muchas llegaron a este museo como resultado de un gran riesgo personal e ingenio». Uno de los ejemplos más llamativos de valentía que narra la exposición es el de Rose Valland, curadora del la galería Jeu de Paume de París, que rescató de la destrucción cientos de obras impresionistas. Durante el régimen colaboracionista de Vichy, el Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR) se hizo cargo del edificio del museo y utilizó el espacio para almacenar obras maestras que robaban. Y Valland, que habían trabajado en el museo antes de la ocupación, se quedó en la ciudad y colaboró con los franceses para rastrear las obras robadas.

«Corriendo un gran riesgo personal (incluida la infiltración en la oficina nazi por la noche para fotografiar documentos importantes), registró los diferentes envíos y elaboró mapas detallados de la extensa red de instalaciones de almacenamiento y transporte nazi», cuenta una placa del museo. Las piezas de artistas judíos o modernistas a menudo fueron etiquetadas como «degeneradas» y programadas para su destrucción. Valland no pudo salvarlas a todas, pero rescató importantes obras que hoy el público puede disfrutar.En la exposición, la historia de Valland se superpone a una fotografía de 1942 de una habitación llamada «La Sala de los Mártires». Se cree que algunas de las obras que se alcanzan a ver en la misma, de Andre Dérain y Claude Monet, entre otros, fueron destruidas. Pero tres de los cuadros que sobrevivieron están en la pared adyacente: “Bañista y rocas” de Paul Cezanne, “Grupo de personajes” de Pablo Picasso y “Composición” de Fédor Löwenstein. Algunas pinturas impresionistas que se exhiben en el museo, como «Chica de amarillo y azul con guitarra» de Matisse, pasaron el Holocausto en las colecciones personales de altos funcionarios nazis, en este caso Hermann Goering. Otras, como «Purim» de Marc Chagall, fueron confiscadas y etiquetadas como «degeneradas». Si bien muchas fueron destruidas, otras tantas fueron vendidas por los propios nazis para financiar el esfuerzo bélico.

La exhibición detalla estos incentivos financieros que incitaron a los nazis a robar a los coleccionistas judíos: se trataba tanto de apoderarse de la riqueza judía como de cualquier creencia ideológica. Alemania estaba endeudada cuando los nazis llegaron al poder, por lo que incluso el arte «degenerado» servía para recaudar fondos para «la máquina de guerra nazi». De este modo, los nazis ni siquiera tenían principios en su antisemitismo; estaban felices de sacar provecho de las obras de artistas judíos y, a menudo, estaban motivados por la simple codicia.
Vía Ynet Español