JUDÍO, OBRERO, ANARQUISTA Y VENGADOR: LA VIDA DE SIMÓN RADOWITZKY
Simón nació en el seno de una familia obrera de origen judío en Ucrania en 1891. Con tan sólo 10 años abandonó la escuela primaria para aprender tareas de herrería. La hija de su maestro de oficio fue quien le inculcó los primeros conceptos anarquistas.
Con 14 años ingresó a trabajar en una metalúrgica como jornalero pero poco tiempo después, en medio de las manifestaciones, huelgas de trabajadores y disturbios sucedidos durante la Revolución Rusa y la represión zarista, fue condenado a ir prisión a la fría Siberia por el sólo hecho de repartir prensa obrera. Lejos de entregarse, Radowitzky optó por el exilio.
Tal exilio lo llevó en 1908, luego de varios días de viaje, a la localidad bonaerense de Campana. Sin hablar una sola palabra en español, Simón comenzó a trabajar en los talleres del Ferrocarril Central Argentino donde conoció a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), a su periódico anarquista La Protesta, y mediante él, a un grupo de intelectuales anarquistas de origen ruso que residían en la Capital Federal y que lo convencieron para que se mudara con ellos.
Ramón Falcón fue el primer cadete egresado del colegio militar, combatiente en La Campaña del Desierto (1878-1885), diputado nacional y socio fundador del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata. En 1906 fue nombrado jefe de la Policía de la Capital Federal (hoy Policía Federal Argentina) y años más tarde creó la escuela de policías.
En 1907 ordenó el desalojo de familias obreras que estaban en contra de los aumentos en los precios en los alquileres. En julio de ese mismo año redujo otra manifestación de inquilinos dando la orden al cuartel de bomberos para que arrojaran agua helada a las familias que protestaban. El 1º de mayo de 1909 Falcón ordenó nuevamente la represión hacia los manifestantes anarquistas de la FORA que se manifestaban en la Plaza Lorea (hoy Plaza de los dos Congresos) dejando un saldo de alrededor de 80 muertos.
Ante la huelga y la decisión de la FORA de mantener sus reclamos hasta que Falcón presentara su renuncia, el jefe policial dio nuevamente órdenes de dispersar a tiros a la columna de 60 000 personas que acompañaba hacia Chacarita los féretros de los 80 obreros asesinados días antes. Como si esto fuera poco, la policía ultrajo los féretros con la intención de suprimir el cortejo y comenzó nuevamente a disparar para disipar a quienes lo acompañaban. Horas más tarde se libraron nuevas órdenes para clausurar los locales anarquistas y socialistas y, policías disfrazados de civiles al grito de “Viva la Patria” incendiaron las imprentas de los diarios La vanguardia y La protesta.
Tras varios meses de preparativos, Radowitzky estaba listo ese 14 de noviembre para vengar las muertes provocadas por Falcón y su ejército. El joven Simón salió por la mañana desde su casa y se subió al tranvía Nº17 que lo llevó hasta la esquina de Callao y Quintana en el coqueto barrio de la Recoleta. Se dirigió entonces hasta el cementerio y esperó unos minutos a que salga de allí dentro el carruaje que transportaba al coronel Falcón junto a su secretario Juan Lartigau. Fue en ese preciso instante en el cual Radowitzky le arrojó un artefacto explosivo de fabricación casera que explotó directamente entre las piernas de Falcón hiriéndolos a tal punto de provocarles la muerte a ambos al cabo de unas pocas horas.
Simón Radowitzky corrió inútilmente por Callao y a las pocas cuadras fue acorralado por la policía. Ante esa situación extrajo un revólver y tras gritar con su acento ruso bien marcado “viva la anarquía”, se disparó un tiro sobre la tetilla izquierda provocándose sólo heridas leves.
Cuando todo indicaba que el joven Simón sería condenado a muerte, entró en escena el Rabino Moisés Radowitzky, su tío, quien apoyándose en la minoría de edad de su sobrino logró evitar una condena mayor. En una rápida resolución que no registraba antecedentes se lo condenó a Simón a prisión por tiempo indeterminado y a ser sometido a pan y agua durante veinte días cada año al cumplirse los aniversarios del atentado. A los pocos meses de estar alojado en la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras y con varios intentos de fuga en medio, fue trasladado al penal de Ushuaia –paradójicamente el equivalente a la Siberia de la cual había huido en 1907- donde permaneció por 21 años.
En libertad, Radowitzky viajó a Montevideo con la intención de seguir trabajando como metalúrgico pero el 7 de diciembre de 1934, el presidente uruguayo Gabriel Terra quiso expulsarlo aplicando la ley de extranjeros indeseables y al no acatar la orden fue nuevamente arrestado y llevado a prisión.
Hasta fallecer en México a los 65 años de un ataque cardíaco, su vida estuvo marcada por lo mismo que es recordado hasta hoy, EL “luchador-judío-anarquista”.
¿Te interesó la historia de Simón Radowitzky?. Te invitamos entonces a ver “Simón, hijo del pueblo (2013)”, documental realizado por Rolando Goldman y Julián Troksberg con guión de Osvaldo Bayer.