León, un sello para el básquet nacional

Ciudadano de Villa Crespo, León David Najnudel fue más que un entrenador de básquet. La Liga Nacional, el torneo que marcó un antes y un después en el deporte argentino fue, precisamente, un sueño que él puso en marcha.

leon1Empezó como jugador, desempeñándose en equipos como Ferro, Villa Crespo, Victoria, Barracas Juniors y Atlanta. Era un tiempo en que el básquet argentino era semiprofesional, desorganizado y no muy competitivo. Pero “el Ruso”, como lo llamaban sus amigos, conocía ese deporte y se encargaría de proyectar y potenciar a los jugadores; sentando las bases de los logros que luego obtendría la Generación Dorada.

En su etapa como entrenador fue artífice de importantes victorias. Decía que el básquet era un deporte simple y que había que aprovechar lo mejor de cada jugador, sin pedirles nada raro. Tenía una personalidad avasallante y emprendedora, que motivaba al resto del equipo. En la competencia doméstica dirigió 455 partidos, con 241 victorias y 214 derrotas.

Llegaría entonces un nuevo desafío: probar suerte en Europa. León fue contratado por el Zaragoza de España, donde conseguiría un histórico y recordado título en la Copa del Rey, venciendo al temible Barcelona. Pero en plena competencia europea, regresó al país detrás de otro desafío: crear la Liga Nacional.

El proyecto era resistido pero León ganaría la pelea, que comenzó a gestarse en el bar Dandy, un cafetín frente a su casa, en la esquina de Corrientes y Thames, pleno Villa Crespo. Desde allí se delinearon las estrategias y empezó a armarse la movida. León insistía en que sólo se proponía copiar lo que ya habían inventado los europeos.

“Esta Liga bajo todos los aspectos es cosa brillante. Hay que entender que no es un campeonato que se juega de manera diferente, es una filosofía de vida diferente. Esto está mostrando que la integración del país tiene que ser real y la realidad la está marcando esta nueva filosofía competitiva en la Argentina”, explicó.

leon2Najnudel no se quedaba en la anécdota de un partido, sino que su preocupación profundizaba en los temas esenciales de la organización y de las estructuras. Entendió, antes que nadie, que la única vía hacia el desarrollo era el trabajo colectivo; que la organización de un torneo nacional regular era la única manera de desarrollar un deporte que se había atascado.

En 1989 junto a Ferro Carril Oeste, su equipo de toda la vida, se consagró campeón del mismo torneo que se encargó de gestar, la Liga Nacional de Básquetbol. Cuando le diagnosticaron la enfermedad que lo haría pelear su última batalla seguía dirigiendo al equipo de sus amores. León falleció en 1998, a los 56 años.

Sus restos fueron velados en el estadio Héctor Etchart, de Ferro, y luego sepultados en el cementerio israelita de La Tablada. Sus colegas lo despidieron definiéndolo como una persona generosa y fiel a sus principios; un adelantado y un visionario.

Pero los homenajes no terminarían ese día. En 1993 se estableció  el 22 de abril, la fecha de su  fallecimiento, como el día del Entrenador de Basquetbol. En 2000 obtuvo, además, el Premio Konex de forma póstuma como uno de los cinco mejores entrenadores de la década en la Argentina.

La vigencia de sus ideas y conceptos se observa hoy en el documental “León, reflejos de una pasión”; que recupera no sólo su propio discurso e imágenes de archivo; sino también la palabra de jugadores, entrenadores y todos los que se acercaron a su figura.

Mirá el trailer de la película: