EL ÚLTIMO JUDÍO DE ASMARA
Casos de judíos inmigrantes durante el siglo XIX se cruzan constantemente en el camino cuando tenemos la intención de conocer el origen de un apellido, retratar una historia de vida o simplemente repasar los antepasados del pueblo judío.
Muchos países africanos, sobretodo aquellos de fácil acceso desde Europa, fueron refugio de cientos de familias que buscaban mejorar su vida primeramente para desarrollar actividades comerciales y más tarde, a partir de 1930 para escapar del antisemitismo europeo.
Puntualmente, Eritrea fue el hogar para cerca de 500 familias que cruzaron el Adén durante los primeros años del siglo XIX. Pero, a poco más de 100 años, la historia nos muestra otra realidad, la de Sami Cohen, el último judío de Asmara.
Cuando Sami nació hace 62 años, la situación era otra. Había una sinagoga llena de fieles, un colegio hebreo colmado de niños y jóvenes y varios comercios. Sin embargo, algo sucedió: la creación del Estado de Israel en 1948 impulsó una primera emigración africana y los enfrentamientos durante la década del 70´ para que Eritrea luchara por independizarse de Etiopia llevaron a otras tantas familias a dejar Asmara.
Sami Cohen se casó y formó una familia, pero sus deseos de vivir en paz y armonía se vieron alterados en 1998 cuando nuevamente Eritrea y Etiopía entraron en guerra. Fue allí cuando la última fracción de la comunidad judía local que quedaba en Asmara decidió trasladarse hacia otros rumbos. Cohen era el último judío, su familia y toda su comunidad habían partido. El dolor de haberse quedado solo se tapaba en algunas pocas ocasiones con la responsabilidad de saber que de nadie más que de él dependía la continuidad de lo que había sido su historia y su antepasado judío.
La sinagoga, el cementerio y la casa de estudios están bajo su cuidado diario. Limpia a diario las lápidas de los 150 judíos enterrados, el último de ellos hace 17 años.
Sólo en ocasiones especiales como visitas de miembros de la ONU, de diplomáticos israelíes o de escasos turistas, la sinagoga abre sus puertas. Cada vez que esto sucede, Sami recuerda con congoja donde se sentaba cada una de las familias que asistían semanalmente.
A menudo le consultan ¿por qué nunca se fue de allí?, a lo que Cohen responde «Todo el mundo me ve, todo el mundo me conoce. Tengo muchos amigos aquí aunque no pueda rezar con ellos. Nací en esta tierra y moriré aquí como mi padre y mi abuelo. La nostalgia es también una razón para quedarse”.