Numerados, una historia de heroísmo y dolor
Sobrevivientes que cuentan su relación con el número que llevaron en el campo de concentración y jóvenes judíos que “heredan” la marca familiar. No es un fenómeno de masas y mucho menos una moda. Es una manera de no olvidar, de apropiarse de la historia, de recuperar el pasado para encarar el presente, de unirse y comprenderse.
Alrededor de 4 mil sobrevivientes del Holocausto tienen todavía en su brazo izquierdo los números con los que los nazis los marcaron. Sobre todo en los años inmediatamente posteriores al plan para exterminar a los judíos, algunos lo llevaban con vergüenza y lo escondían. Para otros era, ni más ni menos, la prueba de su heroísmo, de su resistencia y su fuerza.
Lo cierto es que el número se convirtió mundialmente en un símbolo de supervivencia que traspasó generaciones. Ahora son los más jóvenes de la familia los que, por elección, lo llevan tatuado en sus brazos. Eso fue lo que descubrieron Dana Doron y Uriel Sinai con su proyecto «Numbered» (Numerados), en el que fotografiaron y grabaron a sobrevivientes hablando de su relación con el número.
«Es un monumento vivo que está desapareciendo. Son personas que han tenido una experiencia única y han estado expuestos por el número toda la vida: todo el que lo ve sabe por lo que han pasado», dice Doron, quien se propuso en 2008 reflejar cómo era convivir diariamente con ese trozo de Auschwitz en el brazo.
Así conocieron la historia de Ayal Guelles, un joven de Tel Aviv de 28 años, que se hizo un tatuaje idéntico al de su abuelo (en el mismo lugar, con los mismos caracteres, el mismo número): A-15510. «Es un símbolo de su herencia. Pero también tiene otro significado más abstracto: una denuncia de cómo convertimos a las personas en objetos», explica, y recuerda que cuando le mostró a su abuelo su brazo no le gustó, pero entendió que era su forma de impedir que se olvidase su historia.
Diferente es el caso de Eli Sagir, quien le pidió permiso a su abuelo para copiar su número, el 157622, al que añadió un pequeño diamante que representa su apellido. Su madre, hermano, tío y primo también se grabaron la cifra. Diamant fue uno de los pocos que sobrevivió hasta que los aliados liberaron el campo de Auschwitz, pero perdió allí a sus padres y tres hermanos.
Efe, de 21 años, tuvo también una respuesta positiva: «Cuando se lo mostré, mi abuelo lloró y me besó el brazo. Me preguntó por qué lo había hecho. Le dije que cuando tenga hijos me preguntarán qué es y yo les contaré. Y así ganaremos tiempo, prolongaremos su memoria”. Hoy, que su abuelo murió hace un tiempo, la marca permanente en su brazo es otra manera de recordarlo.
Doron y Sinai recuperan en “Numerados” la historia de dos hermanas religiosas que compraron brazaletes de oro con el número a sus diez hijos después de que uno pidiese permiso para tatuárselo, ya que el tatuaje es en verdad algo prohibido por el judaísmo.
Los motivos que llevan a marcar la propia piel son muchos y muy personales. Cada uno va encontrando, a su modo, la manera de recordar a los seres queridos, de acompañar en el dolor y de conectarse con el pasado. De lo que no caben dudas es que esta historia compartida sigue doliendo y dejó su sello, tanto material como intangible.
Si querés ver el trailer de “Numered” hacé click acá. Ver más fotos en este enlace.
¿Qué opinás de ésta manera de recordar a las víctimas de los campos de concetración? ¿Alguna vez pensaste en hacerte un tatuaje similar?
Queridos amigos, he aqui algo veridico que escribi sobre EL NUMERO AZUL- Oskar Schindler era amigo de mi padre, yo lo conocí y aqui comparto con Ustedes una historia que ocurrio en mi familia con él y otros sobrevivientes.
Hace mucho tiempo que quiero escribir la historia del número azul.
“ La primera vez que vi este número azul, yo tenia 5 años.Vivíamos con mis padres y mi hermana en el barrio de Once. Nosotros somos judíos y mis padres siempre se habían dedicado a ayudar al prójimo.
Mi padre también tenía allí su consultorio médico donde trabajaba Gisa su enfermera, una hermosa mujer mayor, muy elegante, que yo detestaba. Eso porque mi padre protestaba que ella no hacía bien su trabajo: nunca hervía las jeringas (en esa época se las desinfectaba así) y hablaba todo el tiempo con los pacientes en alemán, haciendo “ public relations”. Eso estaba bueno pero no todo el tiempo.
También porque siempre nos mandoneaba que teníamos que cuidarnos el pelo, las uñas, hablar con propiedad y ser señoritas muy finas.
Mi mamá y Gisa se querían. Guisa le enseñó a ir a la peluquería como corresponde a la esposa de un médico. A mi hermana a peinarse y ser cuidadosa con la ropa. Una vez por mes nos llevaba a una confiteria muy fina “Gran Rex” y tomabamos ice cream soda y tostados.
Gisa tenia escrito un número azul en su antebrazo, y cuando le pregunté, me dijo que era un numero de teléfono que se había anotado allí. ¡Qué tonta! pensaba yo en aquel entonces.
Gisa tenia una historia tremenda, para mi era confusa, parece que había estado en la guerra , y eso era horrible.
En voz baja, poco a poco, mamá nos contaba su historia. Ella también era judía, de la ciudad de Cracovia y parece ser que cuando llegaron los soldados alemanes, le agarraron su hijito de 2 años, lo revolearon y BUM! lo mataron en el aire delante de ella. Yo no quería ni escuchar.
Parece que porque era tan hermosa la tuvieron mucho tiempo en Auschwitz, pero después la dejaron tanto sin comer que enflaqueció hasta quedar puro huesos, y entonces la tiraron a una pila de cadáveres. Y cuando los rusos llegaron, por casualidad revolviendo pilas, la encontraron semi muerta semi viva y la salvaron. La llevaron a Suecia donde se curó el cuerpo, y luego vino a la Argentina para curarse el alma.
Iba a trabajar al consultorio medico de mi padre los lunes, miércoles y viernes de 4 a 8 de la tarde. No faltaba nunca, pero se la pasaba charlando y fumando. Siempre estaba bien peinada, y con sus uñas espectaculares rojas como sangre y muy cuidadas. Mi papa comentaba que era porque los fines de semana se la pasaba jugaba a las cartas con sus amistadas _ todos los que se habían salvado de la guerra como ella_
Eso no estaba bien visto en mi casa, donde jugar, beber y fumar era un vicio. Había que alejarse de los vicios. Había que ser la mejor del colegio, estudiar piano y francés. No ser gorda y dormir sin almohada. No decían nada del amor hasta más tarde, pero felizmente eso fue bastante libre….
¿ Cómo llegó Gisa a mi casa ? Mi papá era muy amigo de un señor Schindler, que venía a visitarlo muy seguido, simpático y alegre, con el que hablaban en alemán. Se comunicaban entre ellos, se reian y nadie entendía nada. Puede ser que se la hubiera recomendado.
A mi me gustaba oir ese dulce idioma alemán , lo veía feliz a mi padre hablando con su amigo. Parece ser que Schindler nunca quiso referirse a la guerra _ conto papá ya de grande_ . ¿De qué hablarían?, me pregunto yo. Supongo que de mujeres.
Ellos se ocuparon mucho de los judíos que que se habían salvado de morir en la guerra y que llegaron a Buenos Aires. Mamá como abogada les ayudó a conseguir vivienda y a arreglar sus papeles. Papa les hacía los certificados de lo mucho que los habian lastimado en los campos , y ellos incluían esos informes en sus demandas por indemnizaciones de guerra a la Embajada Alemana.
Emily, la esposa de Schindler, nunca vino al consultorio. Una vez fuimos a pasar el dia en la Quinta que ellos tenían en San Vicente, con un criadero de nutrias. Era divertido ver a las nutrias en sus casitas. Mi hermana y yo jugábamos mientras los grandes hablaban: Roma Horowitz y su marido ; los Waismann; el joyero Menkes y su esposa; los Schindler; Gisa, mis padres, mi hermana y yo.
Recuerdo que yo me divertía arrancando las hojitas de unos helechos gigantes : rip rip rip y nadie me retaba. Me acerqué a la casa de la familia, tipo chorizo, y había unos perros ovejero–alemán terribles, encerrados en una habitación que daba a la galería, y ladraban furiosos y atemorizantes. “Son para cuidar de noche a las nutrias” me dijo Emily. Ya de grande, mamá me contó que Emily le había dicho a ella: “ después de haber visto lo que son capaces los hombres, prefiero a los perros”. Y también que Roma le contó que esta Emily había sido muy buena y valiente en la guerra lo mismo o más que Schindler.Le contó que Emily salía a la noche con riesgo de su propia vida, sobornaba a los guardias y les compraba comida o una bolsa de papas, para que la pobre gente judía de la fabrica pudiera comer. Parece que los nazis tenían planificado que la gente se muriera de hambre, mientras trabajaban.
Emily también salvó a la hijita de Roma, la hermosa Noel Balfour de 5 años, porque para engañara las inspecciones de los nazis, la vestía de señorita, la maquillaba y sentaba en un taburete alto, para que pareciera una obrera más.
Emily no venía a mi casa. Dicen que estaba furiosa con Schindler porque él era muy mujeriego y aseguraba que era amante de Gisa.
Muchos años después se lo declaró a la revista “Noticias” de Argentina, en una entrevista que le hicieron cuando Spielberg preparaba la película sobre su marido.
En esa época yo ya estaba casada y tenia 4 hijos. Estábamos veraneando en familia, y de casualidad leímos la nota. Mi papá _ya viejito_ rió y me lo desmintió rotundamente: Gisa no era la amante de Schindler. Ella era la amante del joyero Menkes, quien le había comprado un departamentito en la calle Luis Maria Campos donde ella vivía. Y lo creo muy probable porque ella tenia un gran anillo de oro y rubies, regalo más propio de un joyero que de un criador de nutrias.
En esos años de la infancia, después de la guerra, nosotros nos reíamos de la Embajada Alemana. Mi papá siempre decía: tiemblan en la Embajada alemana cuando reciben un informe médico mío! El les hacía ganar las indemnizaciones de guerra. Pintaba en detalle los padecimientos, presentaba las radiografías o los informes psiquiátricos y demostraba como a causa de un bastonazo en la espalda , o por días y días de castigo , la persona había quedado inhabilitada para trabajar una vez finalizada la guerra. Sus pacientes ganaban las indemnizaciones y él sus honorarios.
Muchos años después, refiriéndose a esos informes, papá me dijo apenado que todo lo que había agrandado y predicho lamenntablemente se había cumplido. La mayoría de los sobrevivientes de la guerra, los amigos de Schindler, todos habían muerto alrededor de los 50 años. La hermosa Noel Balfour se había suicidado.
Y Guisa ?
Guisa también. Tuvo un infarto cuando veraneaba , elegante y triste, en Miramar. La estaban trayendo en una ambulancia a Buenos Aires, y como mi hermana estaba allí por casualidad , le pidieron que la acompañara. ¡Pobrecita mi hermana con sus 18 años, viajando con Guisa ya muerta en la ambulancia!
Parece que el suero se lo habían colocado en su antebrazo izquierdo, arriba de su número azul tatuado en Auschwitz .
Y yo ?
Yo no la detesto más , la quiero con todo mi corazón y su numero azul forma parte de los objetos trascendentes de mi vida.
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Nota: todo lo escrito es completamente verdadero.
Gisa es Gisella Schein (cf. D. Crowe 2007 ) ; Schindler es Oskar Schindler, el salvador de la Lista y Emily su esposa; Roma es Roma Horowitz, salvada de la Lista. Mis padres Dr. Manuel Schneier y Dra. Dolores Madanes vivieron hasta los 90 años, seguramente protegidos por las bendiciones que recibieron a lo largo de su vida.
Hermosa historia, Patricia. Conmovedora. Muchas gracias por compartirla!