La comunidad judía en Marruecos

Por Diana Epstein

Mapa de Marruecos

En el 70 d.c., cuando el 2º Templo de Jerusalem fue destruido por los romanos, la comunidad judía se dispersó. En este marco, su destrucción fue causa de la diáspora judía que concluyó con la historia del estado hebreo. La población judía, se fue instalando en diversas regiones. Muchos de ellos se asentaron en Europa central y occidental. Asimismo otro grupo se ubicó en medio oriente y el norte de África, aunque todos conservaron su identidad religiosa. Aquellos asentados en el Magreb fueron numerosos, especialmente en Argelia, Marruecos y Túnez.

Si bien el número de judíos instalados en Marruecos durante ese período es difícil de estimar, es posible que algunas tribus beréberes hayan adoptado el judaísmo (Levy).

Dada esta circunstancia, se considera que la llegada de los judíos a Marruecos es antigua. Fue el primer pueblo no berebere que llegó al país, de manera que se instalaron varios siglos antes de la llegada del Islam a la región. Todavía hoy, varios miles de judíos  se encuentran establecidos allí, especialmente en Casablanca.

Sinagoga de Casablanca, Marruecos

Hay quienes señalan que en el Magreb, ya había comunidades judías en tiempos de Tiro y de Sidón. Sin embargo no existen documentos ni otros testimonios sobre su asentamiento que lo justifiquen. Hay que esperar a la época greco romana para encontrar información en la literatura, en restos arqueológicos y en otro tipo de vestigios que testimonien la existencia de integrantes de origen judío en la región.

Con posterioridad, cuando en 1492 los integrantes de la comunidad judía fueron expulsados de la Península Ibérica, muchos de ellos se orientaron,  entre otras zonas, hacia el norte de África. Éstos sabían que iban a encontrar allí comunidades judías establecidas desde hacía siglos, de lengua árabe y berebere.

Por su parte, la comunidad preexistente,  recibió con fastidio a los recién llegados, más educados y capacitados que ellos luego de su larga estadía en España y los veían como posibles rivales y competidores. Asimismo, los judíos expulsados de la Península Ibérica disfrutaban de mayores privilegios que los autóctonos, por su mayor nivel de educación y desarrollo.

Estas diferencias produjeron conflictos entre ambos grupos: por un lado los judíos extranjeros o expulsados de España y por el otro, aquellos instalados en Marruecos desde hacia varios siglos, denominados autóctonos o residentes.

Este resentimiento originó hostilidad entre ellos, quienes eludieron los matrimonios entre ambos clases hasta mediados del siglo XX, según el  testimonio de algunos entrevistados. Incluso hoy, en Argentina, hay quienes todavía hablan con desdén de aquellos judíos que se habían instalado en el sur de Marruecos, por su bajo nivel de educación, costumbres y atraso.

Se constituyeron las Santas Comunidades de los Expulsados de Castilla que durante varios siglos mantuvieron sus propias sinagogas, cementerios y organizaciones comunitarias. Luego las organizaciones comunitarias se  impusieron en todas las juderías de Marruecos, incluidas las de los autóctonos.

En las  comunidades del norte del país, donde el elemento llegado de España era mayoritario (Tánger o Tetuán) se generalizó la lengua castellana. En otros sitios, donde eran más numerosos los miembros autóctonos, si bien adoptaron el mismo sistema legal y la organización comunitaria, mantuvieron la lengua árabe o berebere.

Según destaca Haim Zafrani, cuando se analiza la lengua utilizada por los judeo marroquíes, se advierte que hasta hace medio siglo, cuando todavía la población judía superaba las 250.000 personas, existían en Marruecos tres grandes grupos. Estos grupos se distribuían a su vez en tres grandes corrientes socioculturales que se relacionaban con tres grupos étnicos y lingüísticos: las comunidades que hablaban árabe, las que hablaban berebere y finalmente las de lengua española.

Judíos Bereberes

Los judíos de habla castellana eran descendientes de aquellos expulsados de España y Portugal y estaban establecidos en la antigua zona española de Marruecos. Se los puede encontrar en Tánger, Tetuán, Arzila, Fez, entre otras.

Por su parte las comunidades judías árabe parlantes agrupan a los descendientes de los judíos originarios o autóctonos. En general se ubican en un amplio espacio a lo largo y ancho del país. Bilingües y a veces trilingües, utilizan también el judeo berebere o el judeo español.

Finalmente, los judíos de lengua bereber, ubicados en regiones cercanas al Atlas y del Sous, además de su dialecto, algunos eran bilingües, hablaban berebere y árabe. No obstante estas divergencias lingüísticas, para todas las comunidades judías del país, sea cual fuere su lengua vernácula, el hebreo siguió y sigue siendo el idioma principal de la liturgia y la enseñanza tradicional.

En relación a su actividad laboral, aunque algunos se asentaron en el medio rural y se dedicaron a la agricultura, la mayoría se instaló en centros urbanos dedicándose a la orfebrería y la destilación de bebidas alcohólicas, actividad vedada a los musulmanes. En general eran artesanos, pequeños comerciantes, vendedores ambulantes. Un grupo minoritario se desempeñó como intérpretes, médicos y consejeros de los monarcas hasta el siglo XVIII; otro grupo fue intermediario en las transacciones comerciales con los reinos cristianos. Sin embargo, la mayoría de la población judeo marroquí vivía en situación de extrema pobreza. A esta situación se sumaba la marginación geográfica, obligados a vivir en barrios judíos (mellah).

Durante siglos la situación de los judíos de Marruecos fue alternándose entre períodos de persecuciones y de tranquilidad, según las distintas actitudes asumidas por los sultanes. No obstante, las vicisitudes por las que pasó la población judía a partir de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, no fue ajena a la situación económica y política marroquí. La situación económica que atravesaba Marruecos, los indujo a emigrar.

La diáspora se produjo por varios factores: en 1859-1860 se desencadena la guerra hispano marroquí. El triunfo de España obligó a que el sultán cediera parte de sus territorios y se pagara una indemnización por gastos de guerra. Asimismo, se origina la ocupación de Tetuán por los españoles entre 1860 y 1862, entre otras. Esta situación agravó la situación de crisis económica por la que atravesaba Marruecos.

Finalmente, la intervención europea culminó con la instauración de un sistema de protectorado. Por el acuerdo de Fez de 1912, Francia y España se dividieron Marruecos en zonas de protectorado, dejando a Tánger con un estatuto especial de ciudad internacional. Pero, desde mediados del siglo XIX, el país había ingresado en una etapa de anarquía; este hecho desencadenó el flujo emigratorio de los judíos de Marruecos.

En este marco la causa principal de emigración a Latinoamérica fue la búsqueda de nuevas y mejores oportunidades económicas. La mayor parte de los inmigrantes provenían de las ciudades de Tetuán, Tanger, y en menor medida Alcazarquivir y Larache.

La emigración judeo marroquí a América Latina, se adelantó varias décadas a la llegada de los otros grupos sefaradíes. La primera corriente se trasladó a Brasil en la zona de Belem (explotación del caucho, cacao y azúcar), Manaos y Recife. Luego se desvió hacia Argentina y Venezuela en primer término y a Perú (Iquitos), algunos a Uruguay Chile, y México. Finalmente hacia Cuba y República Dominicana.

Fuente: Diana Epstein, “Marroquíes de origen judío en Argentina. Cohesión y dispersión comunitaria.”, 2009.