Judíos en Países Árabes

Se supone que, desde el año uno del primer milenio, hubo judíos en tierras del creciente fértil.

Después de la conquista por los árabes musulmanes, cristianos y zoroastristas, se les otorgó el estatus jurídico de dhimmi (pacto u población). Bajo ese concepto, judíos, cristianos y otras religiones monoteístas, vivieron la “protección” del sultán o gobernante musulmán, con derechos y deberes “diferenciales” (exentos del servicio militar y de tasas religiosas, pagaban el impuesto de capitación, jizyah y otros sobre la tierra, acatando su autoridad). Practicaban, con limitaciones, su fe y tenían sus propios jueces en lo civil (matrimonios, divorcios, sucesiones, etc.).

En Marruecos, Libia y Argelia quedaron confinadas en guetos. Se destruyeron sinagogas y algunos fueron obligados a la conversión, en especial en Yemen, Marruecos e Irak. Llevaban ropas distintivas, podían ser deportados y no estaban autorizados a portar armas.

Durante la década siguiente, casi 600.000 judíos orientales huyeron, o fueron expulsados, de territorios árabes, en los que algunas comunidades llevaban viviendo más de 2000 años, refugiándose -casi dos tercios- en Israel. Después de la Guerra de los Seis Días (1967) quedaron restos de las comunidades judías ya que, en su gran mayoría, salieron por cuenta propia, escapando, previa confiscación de sus bienes o expulsados. En total unos 900.000 judíos se convirtieron en “los otros” refugiados mencionados en la resolución 242 dela ONU.

Para el mundo árabe, el Sionismo fue una práctica ideológica con tres categorías simbióticas: “nacionalidad”, “religión” y “pertenencia étnica”. Sin embargo, esos judíos hablaban variedades de árabe, dejando el hebreo para la liturgia. El término judeo-árabe se acuñó junto al nacionalismo étnico secular, a comienzos del siglo XX, cuando buscaban la integración como escape de su estado anterior de minoría, tal como lo hicieron, en Alemania en el siglo XIX, cuando se los reconoció como “alemanes de fe mosaica” más que como judíos.

La inmigración de los supervivientes del Holocausto y la de los refugiados judíos que habitaban en países árabes duplicó la población judía en la zona al año de haberse declaradola Independenciade Israel.

Hace poco, el parlamento israelí autorizó la propuesta de ley que reconoce la necesidad de indemnizar a los judíos árabes en el marco del proceso de paz. La norma se destinó a garantizar los derechos de los que dejaron bienes y propiedades en sus países árabes de procedencia, provocando que, la mayoría, llegase a Israel en estado de carencia total.

Así, por primera vez desde la creación del Estado de Israel, esos derechos obtienen reconocimiento legal. El sustento se incluyó en la propuesta del ex presidente Bill Clinton (2000), que abogó por la creación de una Fundación Internacional de indemnizaciones, destinada a los refugiados judíos y palestinos. La propuesta obtuvo el apoyo de los diputados. También los intelectuales árabes se convencieron que, en Medio Oriente, ocurrió una desgracia a los judíos que vivían en los países árabes y no sólo a los árabes palestinos.

Lo que sí resulta cierto es que todos conservaron sus costumbres, cultura y lenguas, pero con el tiempo se integraron formando parte de una nueva identidad: la israelí.

 

Fuente: “Alfombra mágica. Minorías en Israel”, de Cidipal (Centro de Información y Documentación de Israel para América Latina). Para ver el libro completo, click aquí