Trayectorias musicales judeo-argentinas

El pueblo hebreo mantuvo siempre una estrecha relación con la música. Ella forma parte de su vida cotidiana, está presente en sus rezos y plegarias, en la alegría y el dolor.

La Biblia está sembrada de alusiones musicales, desde las terribles trompetas que derrumbaron las murallas de Jericó a los incomparables Salmos que cantara el Rey David para alabar a D´´s o para aliviar su atribulado corazón.

Y así como la Diáspora conservó y preservó la identidad de los judíos con una obstinación y fidelidad sin claudicaciones, creemos que esa relación con la música también se mantuvo incólume hasta hoy. Tanto en Sefarad como en Ashquenaz los músicos judíos dejaron sus huellas tan profundas como en la ciencia o la literatura.

Es un amplísimo espectro musical, que en sus melodías proyecta la sensibilidad de un pueblo con raíces que se remontan a la época del Rey David y sus Salmos. Las citas bíblicas describen el papel preponderante de la antigua música en la vida social e informan sobre el carácter de los instrumentos utilizados, de la composición de orquesta y coros.

En América del Sur, las manifestaciones musicales fueron muy amplias y variadas. La influencia indígena, cuyos cantos y danzas acompañaban las ceremonias rituales y guerreras, fue característica en cada una de las culturas. A este sustrato se sumaron los motivos religiosos y profanos que trajeron los europeos y los ritmos africanos, como es el caso de Brasil.

En la joven tradición creativa de Argentina, se fueron gestando dos líneas generales: la que continuaba la expresión folklórica o nacionalista y otra más universalista o europeísta. Ya desde la Revolución de Mayo, Buenos Aires sobresalía por su afición a los bailes de la época en las reuniones sociales y las danzas criollas populares. Finalizadas las guerras por la Independencia, se fue generalizando la ópera, que favoreció la estilización del material folklórico que se alternaba con piezas de salón.

Durante los primeros años del siglo XX se consolidó la inmigración israelita, atraída por las promisorias perspectivas que ofrecía la Argentina a quienes vivían apremiados por los pogroms antijudíos de 1880-86, la guerra ruso-japonesa de 1904 y la revolución rusa de 1905 y 1917. La Primera Guerra Mundial interrumpió este proceso el cual se reanudó con mucha fuerza en la década de 1920 y continuó hasta mediados de la siguiente. El país fue conformando su personalidad con los grupos humanos que arribaban y trataban de adaptarse a la nueva realidad.

Jacobo Ficher

En dicho período llegaron Jacobo Ficher, Jacha Galperín, Hubert Brandenburg y Aaron Klasse, entre otros músicos jóvenes, ya formados, empujados por las persecuciones y condiciones adversas de vida en la Rusia revolucionaria. Ellos han constituido un gran aporte a la composición y enseñanza musical en Argentina.

Jacobo Ficher fue uno de los fundadores del grupo Renovación, en 1929, junto con Bilardo Gilardi, José C. Paz, José María y Juan José Castro, al que se sumó Luis Gianneo. Tenía como objeto la difusión, edición y estudio crítico de la obra de compositores argentinos contemporáneos al mismo tiempo que presentaba obras de Paul Hindemith, Béla Bertók, Sergei Prokofiev, Igor Stravinsky y otros autores de renombre mundial. J. Ficher fue un compositor destacado y prolífico que llegó al opus 132. Su Sinfonía Nº 10 para orquesta y coro está inspirada en el poemo “Israel” de Jorge Luis Borges.

Jacha Galperín

Jacha Galperín, profesor y acompañante de cantantes, tuvo un sinnúmero de alumnos que fueron prestigios artistas al igual que Aaron Klasse, maestro de violín, con discípulos tan singulares como Ricardo Odnoposoff, Julián Olevsky y Jan Tomasow. Hubert Brandenberg se dedicó a la enseñanza del piano con tal nivel que cristalizó en artistas como Adela Marshall, Olga Galperín y Pablo Bondorevsky.

Los primeros cantores litúrgicos vinieron, en su mayoría, desde Rusia, Polonia, Rumania y Hungría, entre 1905 y 1939; otros, arribaron después del Holocausto. Fueron los pioneros y mentores de los jazanim argentinos más jóvenes. Oficiaron en templos de Buenos Aires, del interior y de otros países como Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Venezuela y Estados Unidos. Fundaron la Sociedad de Canto Hazamir, la Asociación de Jazanim (1932) y organizaron coros comunitarios. Pinjas Borenstein y Leibele Schwartz, además de desempeñarse en diversos templos, interpretaron arias de ópera.

Otro período clave fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial, época en la que, escapando del nazismo, arribaron músicos de la talla de Guillermo Graetzer, Edwin Leuchter y Ernesto Epstein, fundadores, en 1946, del Collegium Musicum de Buenos Aires, institución pedagógica de alto mérito. También llegaron Ljerko Spiller y Teodoro Fuchs, por citar algunos de los que contribuyeron con su brillante y tesonera labor al desarrollo de las actividades musicales.

Guillermo Graetzer, compositor de una obra extensa, musicólogo y docente; Edwin Leuchter, autor de La historia de la música como reflejo de la evolución cultural, libro didáctico y ameno; Ernesto Epstein, musicólogo muy versado, educó a generaciones a través de ciclos radiales y televisivos; Ljerko Spiller, violinista y docente de larga trayectoria, ha visto reflejadas sus enseñanzas en destacados virtuosos de la actualidad; Teodoro Fuchs, director de orquesta, docente y conferencista, solía hablarnos de la correspondencia de las artes.

Lalo Schifrin

Sobre la huella de quienes afianzaron la vida musical argentina, podemos señalar, de una extensa lista de nacidos en nuestro país, a indiscutibles individualidades que alcanzaron renombre en el extranjero. Así, Abraham Jurafsky, director artístico de la Asociación Wagneriana durante muchísimos años; Silvia Eisenstein, destacada pianista, compositora e investigadora del folklore argentino; Raúl Spivak, pianista de actuación internacional; Mario Davidovsky, compositor radicado en EE. UU., quien mereció en 1971 el Premio Pulitzer; Mauricio Kagel, original compositor que vive en Alemania, incluye entre sus logros musicales varias películas para cine y televisión; Marta Argerich y Daniel Barenboim, pianistas de excepción y gran director de orquesta, este último, han desarrollado extraordinarias carreras en los principales centros artísticos del mundo; Lalo Schifrin, compositor, pianista y director del orquesta, quien ha evolucionado desde el jazz hasta componer óperas, conciertos y ha dirigido las principales orquestas sinfónicas del mundo.

Otro campo de la música, muy desarrollado en Argentina, es el popular, donde hay exponentes como Chico Novarro y Alejandro Lerner, excelentes cantautores; Giora Feidman, “klezmer” trovador folklórico judío de actuación internacional y, dentro del cancionero sefaradí, las intérpretes e investigadoras Dina Rot y Raquel Zipris.

Todos aquellos que se dedicaron al ejercicio musical, desde su puesto particular de trabajo (compositor, intérprete, musicólogo, crítico, funcionario), contribuyeron al afianzamiento de la personalidad de nuestro país que supo y sabe recibir a todos los hombres del mundo que quieren habitar su suelo.

Fuente: Extractos del libro “Trayectorias musicales judeo-argentinas” de Ana E. Weinstein, Miryam E. Gover de Nasatsky y Roberto B. Nasatsky. Editorial Milá, Buenos Aires, 1998.