Re-Unir a la familia

“Re-Unir, el programa de Reunificación Familiar del Vaad Hakehilot, se ocupa de ubicar a personas buscadas por parientes -muchas veces residentes del exterior- que desconocen su paradero.”

El programa funciona gracias al motorcito siempre rumiante de las voluntarias Martha Jansenson, Clara Rozen y Elda Dardick. “Entramos en 2000, porque el programa preexistía, y los reestructuramos en base a algo fundamental: el buscador Google”, cuenta Clara Rozen, una de las voluntarias.

El Grupo de las Tres se junta y trabaja todos los viernes de 10 a 16, en las oficinas del 4º piso de AMIA, cuando el Centro Marc Turkow descansa. El procedimiento es tan sencillo como engorroso. Se trata de hacer conexiones, investigar en las instituciones judías, buscar datos en documentos viejos. El puro trabajo de un genealogista, o de un investigador privado.

“Nos llaman y nos dicen que buscan a Fulano de Tal –especifica Clara-. Entonces les pedimos que nos den todos los datos personales posibles. Luego empezamos a llamar a los cementerios, a los geriátricos de la comunidad y a otras instituciones. Hay casos que se resuelven por el boca a boca. Una vez, por ejemplo, supimos que la hija de una señora que alguien buscaba había sido morá en una escuela judía. Así que nos cruzamos al Vaad Hajinuj, que tiene su oficina en el mismo piso que nosotros, donde una persona que pasaba por allí nos dijo: ¡Sí, yo la conozco: fue alumna mía!”.

Cuando los tour de judíos estadounidenses visitan AMIA, en más de una oportunidad la comitiva se detiene en las oficinas de Re-unir para iniciar una búsqueda. Pero Clara dice que uno de los patrones que más se repite es que “la gente desconoce su ascendencia por falta de información de los padres”. Como ocurrió con el caso Zoltak: una familia dispersa por el mundo decidió reunirse y como la mayoría era de Canadá, lo hicieron en ese país. Un señor se sentó en la mesa con otro.

El argentino no hablaba francés; el canadiense no hablaba castellano. Medio por señas, medio chapuceando el idish, el canadiense contó que hacía 40 años que buscaba a una prima al sur del continente. Cuando volvió a Buenos Aires, el mensajero recurrió a AMIA. Nos dio el nombre y el apellido del tío, el hermano de su padre que vivía en Canadá. Clara, Martha y Elda se concentraron en la búsqueda con fiereza. Hasta que en menos de una semana dieron con una foto donde se veía a la mujer buscada de niña, junto a su madre. En el reverso, había una inscripción que decía: “Acá estoy con mi hija Mírele, de un año”.

El trío de investigadoras de Re-Unir se dio cuenta que tenía que buscar entre los nombres castellanos que pudieran haber devenido de aquel nombre europeo. Mirta o Marta o alguno similar. Por un software especial de búsquedas en Internet, el grupo dio con una Marta Zoltak, que vivía en Rosario. La llamaron y tras una serie de preguntas descubrieron que habían localizado a la persona buscada. “Casi se desmaya”, relata Clara.

El papá de Marta había fallecido por una apendicitis cuando ella era pequeña y su madre nunca le reveló que tenía un tío que, por la trágica historia del siglo XX, había migrado a Canadá. Pero gracias al programa Re-unir, los primos Zoltak pudieron verse las caras.

“Cuando llego los viernes a la AMIA y tengo este tipo de encuentros, sé que a la noche no voy a poder dormir por el shock”, dice Clara, que con su computadora Rocinante pelea contra el tiempo y la información sin perder un atisbo de humildad. “Sólo se trata de buscar y contactar. Re-Unir hace bien a los demás y también a nosotros mismos.”

Entre 2008 y 2010, Re-unir resolvió 155 casos.

Quienes deseen entrar en contacto con las investigadoras pueden hacerlo vía e-mail escribiendo a reunir@amia.org.ar o por teléfono los días viernes de 10 a 16hs al (011) 4959-8800 int. 8766