Del idish al castellano
“El judío no tiene por qué hacer alarde de su judaísmo ni tampoco negarlo”. Samuel Glusberg (alias Enrique Espinoza).
Fueron muchos los inmigrantes que a principios del siglo pasado vinieron a la Argentina con la esperanza de reencontrarse con sus sueños y comenzar una vida nueva. Sin embargo, al arribar al puerto de Buenos Aires, las dificultades a las cuales se enfretaban comenzaron a vislumbrarse.
Una vez que se asentaban en la capital, el idioma se convertía en la mayor barrera a vencer. ¿Cómo relacionarse con los nuevos vecinos? ¿Cómo conseguir un trabajo? ¿De qué forma establecer nuevas amistades?
Relacionarse con pares, es decir, con otros inmigrantes judíos, era totalmente natural. Prácticamente todos ellos dominaban el idish, tanto grandes como chicos. No obstante, el problema aparecía al querer relacionarse con el resto de la sociedad. Muchos se enfrentaron a esta dificultad cuando sus hijos empezaron el colegio. Sin embargo, para algunos de ellos, enviar a sus hijos a la escuela normal fue parte de la solución.
Samuel nació en Rumania en 1898. A los 6 años vino con su madre y sus hermanos a vivir a Barracas, donde los esperaba su padre, con trabajo y hogar.
La Escuela Normal tenía todo tipo de alumnos. Entre ellos se encontraban los judíos provenientes de Europa, con sus tradiciones y sus idiomas. Como en tantas otras casas judías, en la de los Glusberg se festejaban todas las fiestas religiosas y, en idish, se hablaba mucho sobre el judaísmo. Sin embargo, en el colegio no había diferencias entre los que eran judíos y los que no lo eran. De hecho, no eran tildados como judíos, sino que los conocían como “rusos”, debido a que los demás no comprendían lo que se decían entre ellos.
Samuel fue al colegio queriendo aprender lo mismo que los demás, pero a su vez, deseando dominar el idioma que los chicos del barrio hablaban. Y no solo lo aprendió rápido, sino que con el tiempo se convirtió en profesor de literatura española, dedicando su vida tanto a la escritura como a la literatura.
Gracias al esfuerzo aplicado a varios trabajos complementarios, Samuel consiguió el dinero suficiente para publicar 20 libros a lo largo de los años. Los ejemplares no excedían los 500, lo cual le alcanzaba para repartirlos a sus amigos, colegas, familia y conocidos. En los mismos, aparecían diversas situaciones sobre la familia judía, muchas veces sueños idealistas, tales como el deseo de los padres por tener un hijo doctor.

Diciembre 1968. Presentación del libro de José Rabinovich: “El Perro de Maidanek” 1º fila: el autor del libro con Mendelson y Glusberg.
En 1918 Glusberg participó del Congreso de Normalistas (de la Escuela Normal), en donde conoció a Leopoldo Lugones. Juntos, un año después, participaron de la Semana Trágica por propia convocatoria y más tarde participaron de la fundación de la primera etapa de la revista Martín Fierro. Sin embargo, Samuel se retiró de la misma por diferencias sociopolíticas.
Apasionado por la cultura, Samuel Glusberg quería colaborar en la integración de los judíos a la sociedad argentina. Es por esto que se convierte en uno de los fundadores de Hebraica, con el propósito de convertirlo en una sede cultural. Pese a esto, el club fue tomando objetivos deportivos. Samuel decidió alejarse del proyecto y refugiarse en Chile, país en el que permaneció por más de 30 años.
Samuel Glusberg, con su seudónimo Enrique Espinoza, fue un talentoso escritor y un casi invisible animador cultural. Volvió a Buenos Aires, donde falleció en octubre de 1987.
Y vos, ¿qué conocés sobre el traspaso del idish al castellano? ¿Sabés cómo se adaptaron al idioma nacional tus familiares? En tu familia, ¿se sigue hablando en idish?
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Este artículo se escribió en base a la entrevista provista por el propio Samuel Glusberg al Centro Marc Turkow (El Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino “Marc Turkow” de AMIA, creado en 1983, se ocupa de buscar, reunir, clasificar, organizar, investigar, difundir y exponer aquellos elementos que permitan conocer y dar testimonio de la historia y presencia de los judíos en la Argentina.)
A mi padre ,Marcos Koremblit , llegado al pais a los 14 años sólo en barco ,le aconteció una lucha por llegar a los lugares que obtuvo por mérito propio y por profundo trabajo comunitario realizado en forma desinteresado Me llena de orgullo haber sido su hija Mi primo fue Bernardo Ezequiel Koremblit
Gracias por compartir tu historia con nosotros, Irene!
mi madre , cuando empecé la escuela primaria estatal , despues de merendar y antes de ir a jugar ,me enseñaba a leer y escribir idichs , para poder comunicarme , con familiares directos qué quedaron en Lituania. nos escribimos muchos años, cuando una prima y su flia llegó a Israel hace 38 años , les seguía escribiendo , hasta que los hijos me conectaron por internet .después de 60 años de relación epistolar, el año pasado los fuí a conocer personalmente , y en qué hablamos todos ? EN IDISCH.
es una lástima qué ya no hay quien lo enseñe , y a los pocos qué quedamos , el padre tiempo nos va llamando.
ES UNA GRAN PENA : NO HAY LEGADO
Luis, muchas gracias por compartir tu historia! Te comentamos que actualmente hay varios cursos abiertos a la comunidad en donde se enseña idish, pero claro, ya no es un idioma fuerte como lo fue en su momento. Te agradecemos por tu interés y esperamos que sigas siendo parte de este blog. Saludos!
Los judios siempre debemos sentirnos orgullosos de serlo ….con la frente bien en alta Yo me siento orgullosa de serlo